martes, 20 de enero de 2009

La música que hace disfrutar, aporta beneficios cardiovasculares

Espero que os guste es interesante. ;)

Los científicos demuestran que escuchar la música deseada supone un incremento del flujo sanguíneo que favorece la circulación y el buen estado del corazón, ocurriendo todo lo contrario si se escucha música desagradable. Estos son los resultados de un estudo publicado por la Universidad de Maryland.

Una misa solemne de Mozart, o un solo de blues de guitarra de Larry Carlton, ambas cosas muy placenteras en mi caso. La música favorita de cada uno reporta magníficas sensaciones.

¿Quien no ha cantado en el coche mientras escuchaba a Bruce Springteen, o a los Rolling Stones? Lo cierto es que cuando disfrutamos de nuestros artistas favoritos, se produce un efecto peculiar en el tejido que forra el interior de los vasos sanguíneos: se expande para incrementar nuestro flujo de sangre al corazón. Y al contrario, una música horrible -y aquí no mentaremos a ningún artista en particular- constriñe los vasos sanguíneos. La respuesta es mucho menos saludable, y el flujo se reduce.

Sabían que la risa es sana

Los resultados de este estudio, realizado por científicos de la Universidad de Maryland, han sido presentados en las sesiones científicas de la Asociación Americana para el Corazón en una reunión en Nueva Orleans. "Lo que habíamos demostrado previamente es que las emociones positivas, como la risa, eran buenas para la salud vascular", ha comentado Michael Miller, el autor del estudio.

"La siguiente pregunta lógica era comprobar si otras sensaciones, como las evocadas por la música, eran capaces de producir un efecto similar". Claro que no a todo el mundo le gusta Springteen, lógicamente. Por lo tanto, en el estudio, en el que participaron diez personas sanas que no fumaban -entre ellos siete hombres de 36 años de edad de media y tres mujeres- se les permitió elegir la música que les encantaban y también la que repudiaban.

Claro que no fue un experimento rápido. En un primer momento, los voluntarios seleccionaron las músicas que más les gustaban, trayéndose las grabaciones de su casa al laboratorio de Miller, aunque no debían de haberlas escuchado en al menos dos semanas. En otro momento, se les pidió que escuchasen la música que más les ponía nerviosos.

Hubo dos sesiones más, una en la que tocaba sumergirse en una música relajante de las que se venden en los mercados, y aparte, una sesión de video en la que se provocaba la risa.

Las sesiones no tenían un orden establecido para cada persona que participó en el experimento. Eso sí, la noche anterior tuvieron que pasarla en ayunas.

El objetivo inicial era examinar la respuesta del endotelio que forra el interior de los vasos. Este tejido resulta esencial para comprobar el comportamiento de la sangre; si fluye con más rapidez o lentitud, la rapidez con la que se coagula, si se espesa en demasía, o la forma en que responde a las heridas, las infecciones y los cambios de humor, traducida en la segregación de sustancias químicas.

Lógicamente, el endotelio juega un papel esencial en determinar si una persona es propensa a sufrir accidentes cardiovasculares. La respuesta del endotelio puede observarse mediante ultrasonidos, y la manera más cómoda de hacerlo es examinar e flujo de la arteria braquial, que recorre el brazo superior, sus contracciones o dilataciones, y los cambios en su diámetro.
La música cuida el corazón

De manera neutra, sin escuchar nada, los voluntarios se sometieron a este examen para comprobar su nivel de flujo. A partir de aquí, empezaron a realizarse mediciones en las situaciones en las que se reían, escuchaban su música o se sometían a las canciones de sus peores artistas. En total, el experimento aportó para cada individuo dieciséis cuidadosas medidas a lo largo de entre seis y ocho meses.

Y los resultaron fueron concluyentes: al escuchar la música favorita, el flujo se incrementaba en el brazo superior en un 26% de media. En cambio, el estrechamiento de los vasos cuando escuchaban aquello que no les gustaba se cuantificó en un 6%.

"Me impresionaron estas diferencias, sobre todo antes y después de escuchar la música favorita, así como lo que pasaba con una música que hacía gozar y otra que ponía nervioso", indicó Miller. Las diferencias con las otras sesiones -de música relajante o de risa- fueron significativas: en el primer caso, la dilatación fue sólo de un 11%, mientras que el humor funcionó mejor, un 19%.

La nota anecdótica es que la música tipo rock duro resultó la que ponía más nervioso a los voluntarios. Lo que no quiere decir que no sea beneficiosa, pues hay gente a la que le encanta. El curioso misterio de este estudio radica en averiguar qué es lo que hace a un individuo más susceptible de gozar de una música en particular.

Es algo muy íntimo, que en cualquier caso libera endorfinas en el cerebro. "Los resultados fueron como música para mis oídos, ya que nos proporcionan una nueva estrategia que podemos incorporar a nuestras vidas para promover un corazón más sano".

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1 comentarios:

Susan dijo...

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